El concepto de movilidad está cambiando a marchas forzadas. Uno de los motivos principales se debe a que el transporte en general representa el 70 % de la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo. Y, dentro de ese 70%, el uso del coche particular supone una cuota muy alta.
Los autobuses, camiones, furgonetas, etc. también son responsables de emisiones nocivas, pero su uso es más eficaz, un autobús genera 5,5 veces menos gases invernadero que el coche y es más productivo, un autobús lleva 20 veces más personas que un vehículo y ocupa solo 5 veces más.
De ahí, que muchas personas estén cambiando el criterio de comodidad y economía por el de la responsabilidad y compromiso con el medio ambiente, donde se opta por no tener coche, dada las alternativas para ir al trabajo, de ocio, de viaje, etc...
De los combustibles alternativos conocemos muy bien su gran punto a su favor: la escasísima contaminación. Y también conocemos los puntos en su contra: su poca autonomía y sus limitados puntos de recarga para cuando se hacen viajes por carretera.
Aunque la tecnología de los coches de pila de hidrógeno resulta especialmente atractiva, todavía está dando sus primeros pasos, el precio es muy alto y existen muy pocas hidrogeneras. El parque de estos vehículos es muy limitado. Se vendieron nueve unidades en 2021 y se llevan vendidas siete en 2022. Se espera que en el año 2030 este mercado empiece a contar como una verdadera alternativa a los coches de combustible tradicionales e, incluso, a los coches eléctricos.
La implantación de los vehículos eléctricos ha sido más rápida y muy enfocada a la circulación por ciudad con orientación al ámbito ciudadano y a un público de vivienda unifamiliar o urbanización, allá donde se puedan instalar puntos de recarga propios.
Por otro lado, recargar la batería de los coches eléctricos a diario o de forma frecuente en puntos de recarga públicos a veces resulta complicado porque o no encontramos muchos lugares para la recarga o no funcionan del todo bien.
El verdadero aporte de los vehículos eléctricos a la movilidad sostenible llegará cuando se puedan utilizar sin problemas para hacer largos viajes. Para ello, la autonomía tiene que aumentar, cosa que se está consiguiendo poco a poco. Ahora mismo, la autonomía media es de entre 250 y 300 kilómetros.
Ahora parece que se ha encontrado una posible solución con las baterías de estado sólido. Serán más baratas y sobre todo, mucho más eficientes. El problema es que no saldrán al mercado hasta 2028.
Otro punto importante a tener en cuenta, es que para hacer un viaje largo existe un escaso número de electrolineras en nuestras carreteras. Se necesitaría una cada 50 o 70 kilómetros para no tener la sensación de agobio por la posibilidad de quedarse el vehículo parado en cualquier sitio por no llegar a una estación de servicio con puntos de recarga.
Parece ser que los trámites administrativos son muy lentos y el desembolso para su instalación, muy alto. Toda una incongruencia para aumentar el parque móvil de coches eléctricos, porque cuántos más coches se vendan, más se fabricarán y el precio se reducirá. Además, con unos buenos incentivos para su compra, la edad media del parque automovilista español descenderá y ya se sabe: los coches antiguos consumen y contaminan más.
Esperamos que las autoridades del gobierno central y comunidades autónomas legislen más positivamente la instalación de electrolineras y promulguen más incentivos para que el vehículo eléctrico alcance los niveles populares que deseamos todos. Por nuestro bien y por el del planeta.
Fuentes consultadas: