Desde hace ya varios años, los parquímetros son mobiliario común en la mayoría de las calles de las grandes –y no tan grandes- ciudades.
Parecería que los parquímetros, o el concepto de pagar por aparcar en la calle, es un invento de un político o de alguien que le hubieran encargado cómo aumentar los ingresos de una ciudad. Pero no, fue la Cámara de Comercio de Oklahoma City la que propuso a la ciudad cobrar por el estacionamiento en las calles.
A mediados de la década de los 30 se dieron cuenta de que la falta de clientes en sus tiendas se debía, en gran parte, a la dificultad que encontraban para poder estacionar sus vehículos y hacer las compras más fácilmente ya que los aparcamientos estaban copados por los empleados de esas tiendas y las oficinas de alrededor que iban temprano a trabajar.
Como podremos comprender fácilmente, el ayuntamiento de Oklahoma City vio el cielo abierto sobre cómo engrosar sus arcas municipales, gracias a una iniciativa externa de una entidad de tanto prestigio como la Cámara de Comercio local. Además, tenía más ventajas: el tráfico se benefició ya que disminuyó la congestión ocasionada por la cantidad de conductores que circulaban despacio para encontrar aparcamiento.
Ya en los 80, se mostró como una herramienta necesaria para administrar el escaso estacionamiento en la calle por el considerable aumento del parque de vehículos y, por otra parte, para desincentivar el uso del vehículo.
¿Por qué hay tanto rechazo en la sociedad contra los parquímetros? La mayoría está por la opción de que es un nuevo impuesto y que no hay derecho de cobrar por aparcar en la calle, que es de todos. Precisamente ahí viene la contestación de los defensores de los parquímetros: las calles es un bien de todos, un bien social mientras el coche es un bien privado. Como en muchos otros casos, cuando se quiere disfrutar de un bien privado en un lugar público, hay que pagar.
En julio de 2014, en Madrid se instalaron unos nuevos parquímetros denominados “inteligentes”, con un sistema de regulación del aparcamiento vinculado a la protección medioambiental. El pago final depende del nivel de contaminación que genere el vehículo y de la ocupación en la zona en la que se quiera aparcar. Por ello, es obligatorio introducir la matrícula del vehículo; el parquímetro se conecta a una base de datos de la DGT para conocer el tipo de vehículo, año, modelo, etc. y así junto con la ocupación de la zona, determina el tiempo máximo de estancia permitido y en consecuencia el precio máximo a pagar.
A la hora de pagar tenemos varias aplicaciones para operar desde nuestro teléfono móvil.
Algunas de ellas son:
Existen otras aplicaciones, pero con estas podemos tener un panorama bastante claro de lo que pueden ofrecer. Y que es mucho.