Si por los padres fuera, los niños (especialmente los más pequeños) vivirían todo el día pegados a su regazo, protegidos y seguros al abrigo de papá y mamá. Pero la vida es dura y los pequeños deben salir fuera, ir al colegio, al parque, al partido de fútbol, a fiestas de cumpleaños… Entonces, ¿están protegidos allí, lejos de la seguridad del hogar?
Sí, y no necesariamente porque los protejan sus padres: allá donde vayan, siempre están presentes los seguros. Aunque ni los niños ni sus padres hayan firmado ningún papel, es más que probable que están cubiertos y protegidos durante todo el día. Desde el amanecer hasta la noche. De muestra, el relato de un día cualquiera.
Suena el despertador. Somnolientos, tus hijos se mueven por la casa. Desayuno, lavarse los dientes, vestirse y mochila a cuestas. La casa está protegida por el seguro de hogar y, al salir, también. Los chavales, ya despiertos, maquinan alguna travesura para cuando se encuentren a solas. Pero vosotros, aparte del sofocón de tener que pedirle perdón al vecino por la ventaja rota (los niños suelen romper siempre las de ése que te cae mal), podéis estar tranquilos. Vuestra póliza de hogar contempla la llamada cobertura de responsabilidad civil del cabeza de familia.
De camino al colegio todo está en orden. Tanto el autobús de la ruta como los coches que circulan. Todos los conductores se mueven con seguro; eso, sin olvidar que el transporte escolar también es objeto de un seguro específico. Pero no sólo hay protección del tráfico urbano. También existe frente a una baldosa desencajada en la acera. Si el niño se hace daño, la póliza de responsabilidad civil municipal corre con su atención.
Una vez que los niños llegan al colegio, pasan a estar básicamente protegidos por el seguro escolar, que es una protección obligatoria de la seguridad social que otorga prestaciones por accidente, enfermedad o problemas familiares. Más allá, siempre es posible que el colegio adquiera otras protecciones. Sin ir más lejos, la escuela es un edificio; y, como edificio que es, tiene los problemas habituales de todo inmueble, y por lo tanto también se protege frente a goteras, roturas de cristales, etc.
Acabadas las clases… bocata y al parque. Columpios, toboganes y pasarelas. Los niños saltan, corren, chillan, se persiguen e ignoran las llamadas que, desde el banco, los abuelos y los padres hacen a la prudencia. Pero la familia puede estar tranquila porque, si el columpio se rompe, si el tobogán está en mal estado, de nuevo, la póliza del ayuntamiento se hace cargo de la caída del chaval.
Si a la vuelta a casa el niño se cruza con el vecino y con el perro del vecino (y su cara de pocos amigos), y si la cosa acaba mal (lo cual podría ocurrir si el perro es consciente de que en la mañana el niño ha roto la ventana de su amo), tampoco pasa nada. El dueño del animal tendrá cobertura de responsabilidad civil, que en algunas ocasiones es incluso obligatoria.
Casi cualquiera de las cosas que él hace y no debería, es susceptible de estar cubierta por un seguro
Así pues, ya sabes: en primer lugar, casi cualquier cosa de las que le pasan a tu hijo alguna vez, y, en segundo lugar, casi cualquiera de las cosas que él hace y no debería, es susceptible de estar cubierta por un seguro. Ahora bien: para tu tranquilidad, tal vez lo mejor es que lo segundo no se lo cuentes a tus niños.