Las estadísticas no engañan y los siniestros que atienden los seguros del hogar nos cuentan muchas de las cosas que ocurren en la intimidad de las casas.
Como que, estadísticamente, es más probable que te enfrentes a una gotera que a un divorcio (hecha quede esta comparación porque en ambos supuestos hay algo que hace aguas). Y es que para reforma pendiente en España, la de las cañerías. Cada minuto revientan cuatro. ¡Y eso sólo entre las casas aseguradas, qué no son todas!
El siniestro denominado de “daños por agua”, habitualmente causado por la rotura o filtración de alguna cañería de conducción, es el rey de los siniestros del hogar. España es un país millonario en goteras, consecuencia lógica de que somos un país que, si todavía no está totalmente cableado, sí está, desde luego, plenamente cañerizado. La esperanza estadística es que cada hogar asegurado en España tiene una gotera cada nueve años. Como plaga, no está mal.
1,2 millones de cristales rotos cada año
Otro de los datos sorprendentes que encontramos entre los siniestros que atienden los seguros del hogar es que el español medio, o tal vez sus hijos de corta de edad, es cristalofóbico, o lo que es lo mismo, cristal que ve, cristal que, inconscientemente, fantasea con romper.
No sabemos cuántos cristales hay en las casas, pero lo que sí sabemos es que 1,2 millones caen cada año en combate, bombardeados por balones de fútbol y otros proyectiles deportivos, con gestos del codo mal medidos y otras muchas variantes de ese deporte nacional que consiste en enviar las ventanas a paseo.
El seguro del hogar es una plataforma de servicios que se ocupa de resolver de casi todo lo que puede ir mal en una casa
Goteras y cristales son sólo los más comunes, pero detrás de ellos vienen muchos otros percances (algunos de ellos muy serios) que cubre el seguro. Son los daños eléctricos, los robos, los incendios, la asistencia, la defensa jurídica y un largo etcétera. Hoy, el seguro del hogar es una plataforma de servicios que se ocupa resolver de casi todo lo que puede ir mal en una casa.
Los incendios, por fortuna, son casos aislados
En muchas de las casas de los cascos históricos de nuestras ciudades, todavía se puede leer el tradicional mensaje: Asegurada de incendios. Así empezó, de hecho, el aseguramiento de los hogares en España. Dicen las crónicas, por ejemplo, que el aseguramiento de casas en Madrid comenzó tras un voraz incendio en la mismísima Puerta del Sol, durante el cual la gente tuvo que tirar los muebles por las ventanas para intentar salvarlos, literalmente, de la quema. En aquel Madrid, el fuego era algo muy temido. Cada vez que se producía uno, la parroquia más cercana tocaba las campanas, y todas las que lo escuchaban repetían el tañido para extender la alarma por la ciudad. No era algo muy útil, que se diga, porque al final todas las iglesias de Madrid tocaban a incendio y era imposible saber dónde era el fuego a menos que se viese el humo. Así pues, fíjate si serían importantes los incendios, que han sido el origen de tres expresiones que usas a menudo: «salvar los muebles», «salvarse de la quema», y «oír campanas y no saber dónde».
Afortunadamente, hoy en día las cosas han cambiado para mejor y el seguro asiste un incendio por cada 50 veces que atiende cualquier otro tipo de siniestro. Lo que ocurre, sobre todo, es que las cañerías revientan. Vigilar los ruiditos que se oyen al abrir el grifo es por lo tanto una buena herramienta para curarse en salud y dar esquinazo a las estadísticas para que la próxima gotera no sea en tu casa.